Cultivarse a pesar de uno mismo y la adversidad (reseña literaria)

Soy consciente, muy a mi pesar, de que necesitaría vivir más de una vida para leer todo aquello que quisiera. El gusto es lo que tiene, que se agudiza y crece. Eso tiene su parte positiva y también negativa. Por una parte, todo es aprendizaje, crecimiento intelectual y personal, sorpresa. Por otro lado, es insatisfacción por no poder vencer el paso inexorable del tiempo, evitando así cumplir esa meta, ese sueño de incrementar nuestra sapiencia de forma exponencial. De nada sirve lamentarse, somos seres efímeros, hay que reconocerlo y seguir adelante. 
En ese avanzar va implícito el poder de asombro. Lo he podido comprobar nuevamente tras leer por vez primera a Bohumil Hrabal. Con motivo del centenario de su nacimiento este pasado año de 2014, Monika Zgustova, su traductora al castellano y catalán, publicó Los frutos amargos del jardín de las delicias (Galaxia Gutenberg), una excelente biografía del escritor checo que moriría precipitándose al vacío en 1997. Zgustova también fue la comisaria de una exposición homónima sobre la vida y obra de Hrabal que albergó la Casa del Lector, en Matadero Madrid, y del que se hicieron eco casi todos los medios culturales del país. No es de extrañar. 
A raíz de tal efeméride, creo oportuno escribir sobre Una soledad demasiado ruidosa (Galaxia Gutenberg), libro breve que se ha convertido en uno de sus textos esenciales. Dicen incluso que llegó a afirmar que solo había vivido para escribir este libro. Lo cierto es que la historia de Hanta, un hombre que durante 35 años ha trabajado prensando papel en una fábrica, siendo testigo de la destrucción de libros que para la gran mayoría son inútiles pero que para él son toneladas de saber. Humilde hasta la médula, goza con cada una de las balas que prepara para su destrucción, se instruye a partir del caos. El propio Hanta lo reconoce: "soy culto a pesar de mí mismo". 
Al margen de la sociedad, haciendo valer su propio esfuerzo, su afán por aprender y cultivarse nunca cesa. Y el lector aprende y se cultiva junto a él, con él, a través de él y sus paseos por Praga, esas caminatas en las que siempre afloran los pensamientos de ilustres como Lao Tse, Nietzsche, Hegel o Kant, o sus lecturas sobre Hölderlin, Leibniz, Goethe... Y no sólo eso, puesto que Hrabal realiza aquí una profunda reflexión sobre la tecnología, el paso del tiempo, la obsolescencia, amén de ese enfrentamiento eterno entre lo viejo y lo nuevo, ese sentirse desplazado, inútil sin pretenderlo. Leer a Hrabal es puro gozo intelectual.

Comentarios

Adoro este libro y le adoro a usted.
Eric GC ha dicho que…
Me pongo colorao.

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